Sus caricias calan hondo en la vibración de mi cuerpo. Lo suaviza, lo funde en el vacío de la soledad en la que nos dejamos de caer. Dejando de lado los prejuicios, desde lo mas viejo de los años, nos acariciamos, nos mimamos.

De repente comienzo a pensar, paso de una escena de inmensidad a la calamidad de una neurosis rumiante. Será capaz de leer los pensamientos, será su camino elegido.

Descubro en sus caricias el mas sensible placer buscado en elecciones errantes, acogida por una época dispersa, descubro lo que jamas decidí aceptar.

La primavera prematura nos desencuentra, entre tu fantasma y mi feminidad. Vos no me buscabas a mi y yo buscaba a otro

Imprevistos

Había quedado, ya viernes por la noche, salir con un amigo a una fiesta muy cerca de mi casa, la conversación había terminado con un «si, dale, terminamos de comer y nos llamamos». Estaba haciendo tiempo, después de cursar en la facultad toda la tarde. Dormir o no dormir, esa era mi cuestión.

Hablé con un amigo que hacía un año que no nos veíamos.

_ Vení a comer por lo menos ya que estas al pedo ahora, te esperamos!. No lo pensé demasiado, agarré un vino de una estantería y salí mocha.

En el camino, mientras que estaba que llovía y que no, me bajo del colectivo, ya un poco manija por llegar y con el vino en la mano, se me ocurre cruzar no del todo bien la calle. En el apuro y con sandalias de suela de goma berreta, entro con un pie en la vereda por la rampa de discapacitados, y con un leve movimiento, mi otro pie, suavemente, casi como en cámara lenta, se eleva por los aires pero mas en un sentido diagonal, tan lento que me permitió caer igual de suave, con el culo de coté. Pero eso si, con la botella bien alta. Ella tampoco se mancha, ni se rompe. Así como me había deslizado suavemente por el áspero cemento, me levanté casi con el mismo envión y seguí las pocas cuadras que me faltaban, tentada y con la camisa blanca teñida de marrón.

Cuando llegué ella me bajó a abrir. Estaba contenta, hace mucho tiempo que no la veía. Había aprendido a quererla mucho en el poco tiempo de nuestra relación. Le conté lo sucedido y nos reímos juntas.

_ Ay a ver… querés ponerte hielo?. Me decía mientras mirábamos mi no tan pequeño rasguño en el cachete de mi cola.

La escena se repitió una vez llegadas al departamento. Ahora el que comentaba mi lamentable episodio y los cuidados pertinentes de mi averiada parte trasera, era él.

Nos sentamos los tres en el balcón. El vino ya había sido descorchado. Ella propuso una comida pero todos acordamos que podíamos alimentarnos a base del auténtico elixir de la vida. Charlamos sobre muchas cosas, lo político siempre era EL tema, pero esa vez se puso bastante personal. Hablamos de vacaciones, de familiares, y nos volvimos a meter en política, y por primera vez en la escritura. En algún momento ella estiró sus piernas y las puso sobre las de él, haciendo ojitos consiguió unos masajes en los pies. Rápidamente me pregunto si quería gozar de los mismo beneficios, y casi sin pensar dije:

_ y si, dale, si es gratis por qué no.

Pasadas un par de horas, capaz tres o cuatro, eso serían mas o menos las tres de la mañana, ella se disculpa y nos comenta que estaba muy cansada, y que con nuestra bendición se iba a ir a dormir. Cuando ella se fue, la conversación siguió íntima, y recordamos algunos eventos del pasado, de nuestro pasado, que no todos eran momentos amenos ni recordadas con el mayor de los placeres. Después de un rato de intimidad entre nosotros decidió retomar lo que jamas había quedado en el olvido. me pidió un beso o varios a lo que me negué rotundamente. Mi única arma fue no querer ser la tercera en discordia. Me levantaba, iba a su erotizante biblioteca y volvía, iba al baño y volvía, me levantaba a poner música y siempre volvía. Por momentos me seguía, en otros me esperaba en el balcón. Estaba decidido a convencerme, como siempre. Sólo que esta vez, todo era diferente. No la situación, sino yo, había cambiado, y mucho. Ahí fue cuando en su momento decidí creer tus palabras de que era bienvenida en esa pareja, que era querida, hasta buscada.

Esa fue la primera vez que lo besé. Y la primera que lo disfruté. Sus besos eran distintos aunque seguramente siempre besó igual, suaves, húmedos. Su lengua era todo un descubrimiento, como el placer de sentirla casi entera dentro de mi boca. Rápidamente nos levantamos entre besos. Nuestros cuerpos eran imanes. Sin mediar palabra entendí que quería que me acostara en el sillón. Mojó sus dedos con tu hermosa y húmeda saliva, la baba mas suave, y mientras me besaba bajaba tu mano deslizándola por debajo de mi short, quitando mi bombacha del camino.

Hacía mucho tiempo que no me entregaba de esa manera, sin que medie pensamiento alguno. Como se disfruta así.

Sin quitarlo de encima, básicamente lo obligue a sentarse y me invité descaradamente a quedar encima suyo. Mientras tenía su cara en mi pecho, con una mano apretada mi cuerpo contra el suyo, y con la otra bajaba el bretel de mi corpiño y llevaba su boca a mi hombro, insistiendo en besa todos los rincones de mi cuerpo. Así terminamos, intensos, pasionales, pegados, como queriendo meternos adentro del cuerpo del otro, con mi mano en tu espalda y la otra en tu nuca, bordeando la necesidad de excederme, nos dimos el último abrazo, el primero de muchos capaz, que luego de algunos segundos de un silencio ruidoso y una quietud temblorosa me despediste, diciendo:

_ La próxima traete el pijama.

 

Treinta deseos

Empezamos otra vez, de cero, o por lo menos borramos muchos números. Nos preparábamos desde hacía rato, a veces me dolía que se ensañe conmigo, aunque ya estaba lista para enfrentar ese momento. Y asi volvía a la vida yo también, las dos veníamos de los no tan buenos malos momentos, pero supimos acompañarnos. Hicimos cosas que hace mucho que no hacíamos, nos regalamos cosas, atenciones, mimos, palabras lindas, no siempre, pero fue más que nunca.

El sentimiento fue el de dejar ir para poder recibir, jamás hubiese adivinado en que se convertiría el camino que estaba andando, pensaba que el mal karma estaba cosechando por fin sus frutos pero sabía que en el fondo ella me acompañaba, aunque tampoco lo sabía ella.

Trabajamos muy duro, yo por lo menos, ella sabía que yo había madurado y yo me daba cuenta que ella también aunque nada era perfecto. Qué sería aquello que deseaba más que no verlo nunca más, qué seria aquello que necesitaba más que verlo otra vez. No necesitaba nada más, él se había ido y ella había vuelto, yo sé que la había ido a buscar, nunca deje de pensarla, aunque sea con angustia. Su distancia fue desde el primero momento, siempre tan perfecta y fría, hacía que las palabras descarte fuesen para mi, eran siempre las palabras que quedaban, siempre nuevas y distintas, hermosas también.

Todos estos años nunca vi su ruptura, su perfección angustiante me agobiaba mientras ella sufría en un papel que no había elegido. Trabajé muy duro para ayudarla mientras buscaba la manera de que sufra, cosa que hubiese hecho mi felicidad en muchas oportunidades. Sentimientos ambivalentes, siempre, y probablemente para siempre, una rivalidad en el amor que solo sanaría sin ese otro, ese que hablaba por nosotras, que nos angustiaba.

Vos

Oscilas entre la ingenuidad y el sadismo y tu egoismo te abarca por completo, quedando en el mismo lugar de siempre, esperando con una esperanza rumiante que decidas matar.Te arrepentis cada tanto, pero solo cuando sos descubierto mientras todos cuidan tu disfraz.

Ecos

Yo te busqué, pero no sabía nada. Tenía intenciones de decírtelo. Pregunté por tu vida, si amabas a alguien o si eras amado, no quería nada en especial, sólo satisfacer la curiosidad de mi ego.

Me puse a pensar muchas cosas, mías y tuyas, y la verdad que al principio no eras nada, y tu cara era fácilmente reemplazable. Sentí la soledad y te sentí, siempre odié la expresión hasta que entendí de donde venía.

Me ví en una encrucijada, nunca pensé que era para tanto. Dijiste tantas cosas con tanta liviandad que jamás me imaginé en lo que me estaba metiendo. Me enrosqué en mi misma y no me importó mas nada, aunque sucumbí ante la culpa.

Ahora te necesito, estoy muy ansiosa por verte, aunque no a vos precisamente. Sólo cualquiera que pueda estar en tu lugar, es todo lo que quiero. Mi reflejo me nubla y mi ego se hunde en la profundidad del encuentro.

Nunca pensé que me importaría y acá estoy, pensando en todo, pensando en mi. Y llego a la conclusión de que es todo una farsa, que nada hay entre nosotros, que nunca vas a venir y a mi no me interesa verte.

Carta perdida en el tiempo de un corazón (2°)

Sentí la necesidad de leerla, después de tanto años. La mía no es una poesía, digamos que no es mi recurso. Debería confesarte que te quise, aunque seguro no te cuidé.

Ya ni me acuerdo por qué peleamos, yo no quería ser amada y te lastimé. Extrañaba verte pero decidí respetar ese silencio, no te podía condenar.

Tu presente me alegra, la verdad es que si. Después de todo fuimos amigos. Y algunas cosas las extraño, pero prefiero guardarlas. Este goce que me tortura a mi, es un regalo para vos.

No se si te acordarás de tus palabras que son mías. Son palabras que guardo con mucho celo, y amor. Aprendí mucho, esa es la verdad, aunque no de mi sufrimiento.

En este viaje nos encontramos, después de mucho tiempo. Recién ahora te entiendo, mira por todo lo que pasamos, siempre me acuerdo de ese departamento, donde siempre tuve un lugar y entendí el limite. Nuestras vidas se despegaron, con viento a tu favor, nunca te hice una torta pero tu espacio fue mi mejor regalo.

leche rancia

Peinate, nadie te va a querer así.

Aprende a cocinar, eso te convierte en mujer.

No chupes la cuchara, eso no hace una señorita.

No sientas placer, no si culpa por lo menos.

Mordete la lengua, los hombres sabes lo que tienen que hacer.

No le cuentes a nadie que tuviste chinches en tu cama, eso es de gente sucia.

No te divorcies, cerra tu bocota.

Cuida tu lenguaje, las puteadas son para las mujeres no de ellas.

Pintate, ponete un poco de color no podes salir así no mas a la calle.

Lee novelas, el diario es de él.

Renuncia a tus sueños, tenes un dueño.

Agradece lo que te toca, peor es estar sola.

No te equivoques, vos tenes mucho mas para perder.

No gastes tiempo en vos, si no tenes hijos todavía hay un marido que atender.

Si no estas de acuerdo mentí o callate la boca, tu opinión incomoda.

No hables de sexo en público, el pecado se hace en privado.

Haceme un favor, los hombres están descansando.

Contrata una niñera, los hombres no están para esas boludeces.

Sentite querida, te engaña pero siempre vuelve a dormir.

Nena quedate con todo, no le dejes nada.

Remitente de un complot

Estábamos en un lugar oscuro, mientras yo lloraba vos me decías que no te ibas a ir. Yo lloraba cada vez un poco mas. Mi analista estaba de viaje, pero hablamos mucho de vos. Le dije que me estabas acosando hace mucho tiempo, y que no saber como cortar con todo esto me angustiaba demasiado.

Nuestra relación había cambiado con los años, la verdad es que yo ultimamente no era la misma. Ya no compartíamos noches en vela, días de gira, ojo que me había divertido mucho, pero ahora tenia otros intereses, las deudas me angustiaban, y la culpa me levantaba de la cama.

Por un momento pensé que era mi imaginación, pero después lo vi claramente, todo este tiempo habías sido vos. Me escondiste los tickets del trabajo que tenía para entregar, encima te estabas riendo. Yo buscaba los que me faltaban mientras me limpiaba las lagrimas. Me fije en todos los estantes, hasta en el estuche de los anteojos, inhóspito, pero todo era posible, eras un despiadado. Abajo del sillón, casi que le abro la boca a los gatos, me fije en cada bolsillo de la billetera y nada parecí poner fin a mi agonía. A todo esto vos estabas disfrutándolo, era como si mi desesperación fuese elio y tu ego un globo. Un combo moral.

No me olvido mas la vez que me rompiste el lavarropas, recién ahora entiendo que había pasado. Yo como una boluda pensaba que había venido fallado, claro no podía romperse tan seguido. A todo esto cada jodita me estaba costando una carísimo. A vos no se te movía un pelo. Justo el otro día  firme un contrato, y me acordé cuando me «ayudaste» a mudarme. Y pongo comillas para que no te puedas hacer el distraído, todo lo demás ya lo sabes. Yo confié en que habías sacado todo, que había quedado vacío, y pensar que vos te ofreciste solito, debería haber desconfiado por lo menos. Cuando me llamo la mina me quería morir, había mucha plata en juego. Por supuesto que tuve que dejar todo lo que estaba haciendo para teletransportarme hasta allá. Así quedé, llena de tierra, con ropa no muy cómoda, casi de oficina, bancandome el discurso de la densa esa.

Hoy es el día que aprendí que si evito contestarte dejo de escucharte. Te supe poner una mordaza. Mi alegría es inmensa, pero todavía no se que hacer sin vos, con tanta libertad. Vivir mi vida todavía me cuesta un poco, no es tan fácil ser feliz para una neurótica como yo.