Remitente de un complot

Estábamos en un lugar oscuro, mientras yo lloraba vos me decías que no te ibas a ir. Yo lloraba cada vez un poco mas. Mi analista estaba de viaje, pero hablamos mucho de vos. Le dije que me estabas acosando hace mucho tiempo, y que no saber como cortar con todo esto me angustiaba demasiado.

Nuestra relación había cambiado con los años, la verdad es que yo ultimamente no era la misma. Ya no compartíamos noches en vela, días de gira, ojo que me había divertido mucho, pero ahora tenia otros intereses, las deudas me angustiaban, y la culpa me levantaba de la cama.

Por un momento pensé que era mi imaginación, pero después lo vi claramente, todo este tiempo habías sido vos. Me escondiste los tickets del trabajo que tenía para entregar, encima te estabas riendo. Yo buscaba los que me faltaban mientras me limpiaba las lagrimas. Me fije en todos los estantes, hasta en el estuche de los anteojos, inhóspito, pero todo era posible, eras un despiadado. Abajo del sillón, casi que le abro la boca a los gatos, me fije en cada bolsillo de la billetera y nada parecí poner fin a mi agonía. A todo esto vos estabas disfrutándolo, era como si mi desesperación fuese elio y tu ego un globo. Un combo moral.

No me olvido mas la vez que me rompiste el lavarropas, recién ahora entiendo que había pasado. Yo como una boluda pensaba que había venido fallado, claro no podía romperse tan seguido. A todo esto cada jodita me estaba costando una carísimo. A vos no se te movía un pelo. Justo el otro día  firme un contrato, y me acordé cuando me «ayudaste» a mudarme. Y pongo comillas para que no te puedas hacer el distraído, todo lo demás ya lo sabes. Yo confié en que habías sacado todo, que había quedado vacío, y pensar que vos te ofreciste solito, debería haber desconfiado por lo menos. Cuando me llamo la mina me quería morir, había mucha plata en juego. Por supuesto que tuve que dejar todo lo que estaba haciendo para teletransportarme hasta allá. Así quedé, llena de tierra, con ropa no muy cómoda, casi de oficina, bancandome el discurso de la densa esa.

Hoy es el día que aprendí que si evito contestarte dejo de escucharte. Te supe poner una mordaza. Mi alegría es inmensa, pero todavía no se que hacer sin vos, con tanta libertad. Vivir mi vida todavía me cuesta un poco, no es tan fácil ser feliz para una neurótica como yo.

Deja un comentario